El acoso se produce en muchas ocasiones en el ámbito de la relación de pareja. El informe pericial psicológico en el contexto de un proceso judicial, es una herramienta que permite explicar, clarificar o ampliar aspectos relevantes al caso, relacionados con el ámbito de la psicología. Un peritaje entonces, no consiste únicamente en la evaluación psicológica de una sola persona, sino que es la integración de todos los elementos a los que se pueda tener acceso, que aporten sentido y coherencia los fenómenos observados.
Así una pericial incluirá, según las particularidades de cada caso, entrevistas al evaluado y terceras personas, coordinaciones profesionales, aplicación de pruebas psicométricas, observación clínica, valoración de antecedentes e historia clínica, análisis documental del caso, evaluación de simulación, entre otros.
Factor de riesgo en el contexto de violencia contra la pareja
En el ámbito penal, la violencia contra la pareja es uno de los contextos en que más interviene el psicólogo como perito, pudiendo evaluar tanto a víctimas como a agresores; por una parte para aportar precisión en la estimación de los daños, determinando posible presencia de secuelas; y por otra parte para contribuir en las decisiones sobre medidas cautelares que más se ajusten a la realidad.
En este sentido, una de las cuestiones a que se pretende dar respuesta en los casos en que hay violencia, es la predicción de riesgo. Se ha de tener en cuenta la diferencia entre dos conceptos para este tipo de valoración: la peligrosidad y la predicción de riesgo.
La peligrosidad refiriéndose únicamente al « potencial » del agresor y sus características personales, mientras que la predicción del riesgo de violencia incluye también la vulnerabilidad de la víctima y otros factores asociados al contexto de la interacción entre ambos; y un aspecto cada vez más observado dentro de la violencia doméstica y contra la pareja es al acoso (Soria 2005), que aunque por sí solo no siempre implica actos de violencia física, ha tenido que ser identificado precisamente para prevenirlos.
De la misma manera, la violencia física, no necesariamente trae consigo la presencia de acoso previo, pero sin embargo existe una fuerte relación entre ambos (Meloy, 2003), cuyo análisis resulta pertinente tanto para la seguridad de las víctimas como para la toma de decisiones jurídicas sobre los agresores (Miller, 2012).
Qué es el acoso
Partiendo de la definición propuesta inicialmente por Meloy y Gothard (1995), entenderemos por acoso a un patrón prolongado de comportamiento anormal, derivado de un individuo específico y que incluye comportamientos amenazantes tanto explícitos como implícitos, persistentes durante semanas, meses o incluso años, convirtiéndose así en uno de los criterios que conforman la violencia contra la pareja, identificado en la misma como acoso no sexual, o stalking (Pueyo, López & Álvarez, 2008). Spitzberg y Cupach (2003) además señalan que dicho patrón tiene por objetivo establecer o reestablecer una relación de amistad, intimidad o enemistad, ya sea real o percibida con la otra persona y que resulte coherente con la fantasía del acosador.
Estos autores, sintetizan 5 categorías de conductas de acoso a partir de los resultados de muchas investigaciones, y que pueden aparecer o no en el orden propuesto, como una secuencia evolutiva:
- la hiperintimidad (conductas que pretenden romantizar el objeto del afecto);
- la persecución y proximidad (conductas que buscan acercamiento y contacto con la víctima, como seguirla, o vigilarla desde la distancia);
- la invasión (de la privacidad de la persona acosada, de manera más planificada que en las conductas de persecución y proximidad);
- intimidación (reconocimiento del rechazo por parte de la pareja, y necesidad de coerción);
- violencia (como último recurso);
- reacciones de rabia cuando el rechazo se hace palpable.
Como parte de la explicación psicológica de las conductas de acoso se introduce el rol de la teoría del apego como elemento fundamental, consistiendo en que el estilo de apego en las relaciones interpersonales en la adultez está muy influenciado por la relación con los padres o cuidadores durante la infancia. Es decir que los niños que han crecido con un apego seguro (apoyo, confianza, autovaloración, amor…) desarrollan sentimientos de seguridad y confianza en las relaciones interpersonales posteriores.
Sin embargo ante un estilo de apego inseguro (negligencia, ambivalencia, inseguridad, temor, rechazo…) se percibe el mundo de las relaciones como frío y cruel, y se desarrolla un apego evitativo que distancia a quien lo experimenta de sus padres o cuidadores; o un estilo de apego ansioso o ambivalente, en el cual simultáneamente la persona anhela su cuidador pero a la vez teme ser rechazado por este.
Así, los individuos con apego de tipo preocupado y temeroso (preocupado por las relaciones, inseguro, baja autoestima y evitación social) tienen más probabilidades de convertirse en acosadores y ser propensos a conductas violentas debido a su falta de recursos psicológicos de afrontamiento y vulnerabilidad ante sentimientos de abandono (Wojcieszek, 2015; Miller, 2012).
Irene Campos Fernández
Perito Psicóloga en Barcelona